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domingo, 4 de diciembre de 2011

Dos almas gemelas




Cristina y rojkes de alperovich

Son muchos los parecidos entre la Presidenta y su elegida en la línea sucesoria. El destino de Boudou.

Lunita tucumana, la otra Cristina. Cristina Rojkés de Alperovich. Dibujo: Pablo Temes.

Alperovich se disfraza de kirchnerista y se rodea de bussistas. Promueve a sus socios políticos del gobierno militar”. Estas lapidarias palabras no fueron pronunciadas por un militante del Partido Obrero ni por un periodista destituyente. Son declaraciones de la diputada nacional Stella Maris Córdoba, que hasta hace unas semanas tenía llegada directa a la Presidenta de la Nación. Estos conceptos se resignifican por dos nuevos sucesos: la muerte del genocida Antonio Bussi y la designación de la esposa del gobernador tucumano, José Alperovich, como segunda en la línea sucesoria presidencial. Está confirmado que la decisión la tomó Cristina y de ninguna manera “el Espíritu Santo”.

En Venezuela, obligada por Chávez, volvió a rechazar que intente otra reelección. El peronismo mira todo lo que hace la jefa del movimiento nacional y popular con una mezcla de inquietud e incomodidad. No entiende cuál es la razón por la que Cristina resolvió que cuando ella esté fuera del país, quede en la presidencia Amado Boudou, un concheto de Puerto Madero (Cristina dixit, en bromita, che) que hasta hace muy pocos años era un cuadro de la ortodoxia neoliberal de los Alsogaray y del CEMA. Pero eso no es lo más grave. Con casi la suma del poder público y sin deberle nada a nadie, la Presidenta resolvió que si Boudou se enferma o también tiene que viajar al exterior, el sillón de Rivadavia lo ocupe otra persona que, si bien hizo una carrera meteórica, tiene casi nula trayectoria peronista y muchas aristas más que cuestionables.

Este es el podio del poder que viene en la Argentina: Cristina, Amado y Beatriz Liliana Rojkés de Alperovich. ¿Esa era la aspiración de la militancia mas territorial, progresista y esforzada? ¿Qué se premia? ¿Hay también un viraje de alianzas políticas y no sólo en el mundo sindical? Hay módicas rebeliones, pero rebeliones al fin, que vale la pena observar si se quedan en eso o se multiplican. Amado, entre risas nerviosas, se atrevió a contestarle en público a la Presidenta. ¿Gesto de suave coraje o suicida? Veremos. La historia de la relación de los Kirchner con todos sus vices parece una novela policial, donde más temprano que tarde aparece el subordinado degollado y nadie cree que el asesino haya sido el mayordomo. A Eduardo Arnold, su vicegobernador durante ocho años, Néstor le cortó la cabeza y los víveres. Sergio Acevedo, otro compañero de fórmula y de tanta confianza como para colocarlo al frente de la SIDE, también fue pasado a retiro por las huestes del sí-kirchnerismo, que es el único que subsiste en las alfombras del poder. Daniel Scioli, como vice de Néstor, también sufrió los embates más feroces. Primero de El, que apenas comenzó el gobierno le echó a toda su gente de los ministerios en general y de Deportes y Turismo en particular. Después fue Ella, que en el Senado lo sometió a un maltrato pocas veces visto en el recinto. Todavía hoy, Scioli sube la escalera hacia la presidencia esquivando los misiles que le tiran desde Balcarce 50. El caso de Julio Cobos fue más explosivo. En estos momentos, es sometido a un operativo desgaste humillante para que no cumpla lo que dice la Constitución. Y ni siquiera se lo quieren pedir. No lo quieren victimizar, quieren que se autovictimice. La pregunta del millón es cómo terminará Boudou, que todavía ni siquiera asumió como vice y ya fue cruzado por varios cachetazos de Cristina y de Máximo. ¿Aguantará y tratará de recomponer como hizo Scioli con tal de concretar sus ambiciones? ¿Cruzará de vereda al estilo Cobos? ¿Se limitará a tocar la campanita? En estos días, Amado no fue muy amable con Cobos. “No lo quiero ni tener cerca”, dijo como si temiera algún espejo que adelanta el futuro. ¿Los unirá el espanto? Por personalidad, ni Arnold ni Acevedo parecen ser el tipo que Boudou imagina. Tiene mas tendencia al perfil alto, al escandalete mediático, que a la resignación de la instrascendencia. Veremos.

La “zarina”, como le dicen a Rojkés de Alperovich, no va a cometer errores de este tipo. No aspira a ningún tipo de autonomía. Ya pronunció la palabra mágica: incondicionalidad. Ese verticalismo es lo que diferencia a los que tienen el privilegio de pertenecer y a los que son arrojados por la ventana de la política. La misma relación de erosión permanente y de use y tire que los Kirchner tuvieron con todos sus vices la manifestaron con sus jefes de Gabinete. Allí anda Alberto Fernández, fantasmagórico, sin identidad política, obligado a elogiar a los que lo castigan. Y eso que fue el autor intelectual del desembarco K en las ligas mayores. Llegó a compartir la mesa chica con el matrimonio presidencial en un triángulo que sólo se repitió con Carlos Zannini. Ni qué hablar de Sergio Massa, que apenas recibe un saludo de compromiso de parte de Cristina, pero como se recicló para el postkirchnerismo, aguarda pacientemente ver pasar el cadáver de sus enemigos por la puerta de su casa. Ahora esa medicina amarga le tocó a Aníbal Fernández, lúcido producto de la movilidad social ascendente del peronismo. Hijo de una empleada doméstica, llegó a la cumbre después de recibirse de contador y abogado y de ser el máximo defensor mediático de las macanas que hizo el Gobierno. Es el último ministro no pingüino que acompañó en ambos períodos a Néstor y Cristina. Carlos Menem, quien fue saludado con afecto por Aníbal el día que juraron en el Senado, dijo que “todo el que es cura, sueña con ser Papa”. Franqueza sin hipocresías que se podría también leer al revés: todo el que llegó a ser jefe de Gabinete no sueña con ser presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda. Presidente provisional, niet. De la Comisión de Asuntos Institucionales, niet. Aníbal fue vaciado de poder lentamente y sin explicación alguna. Después se fue quedando sin voz. Y finalmente vuelve casi al llano para seguir peleando por lo que cree. Ni los vices ni los jefes de gabinete la tienen fácil. Están tan cerca del sol que a veces se queman. ¿Estará Boudou comprando el bronceador? ¿Es Beatriz Rojkés una señal? Igual que Cristina, es una mujer fuerte, esposa de un hombre pragmático y millonario. Desconfiadas, se han rodeado de parientes para gobernar. ¿Son conchetas de Calafate y Tucumán? Curiosamente, en octubre de 2008, poco antes de la estatización de las AFJP, entre los que compraron 2 millones de dólares aparecen Néstor Kirchner y los padres de Alperovich.

Stella Maris Córdoba, tan amiga de Cristina como de Martín Sabbatella y Hebe de Bonafini durante la campaña, se apareció en las puertas del Canal 10 de Tucumán y exigió, acompañada por un abogado y un escribano, que le permitieran defenderse ante las cámaras. El interventor del canal llamó al gobernador y del otro lado recibió la autorización. Ella dijo que Alperovich había armado un monopolio estatal de medios en el que sólo se hacía propaganda oficialista. Corajuda la diputada, sin quererlo deschavó otra coincidencia entre Beatriz y Cristina: el desprecio por el periodismo. Hoy, a Cristina y Beatriz sólo las separa Amado.

ALFREDO LEUCO*

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